Esta noche he mirado las estrellas y he pensado vivamente en todos los jóvenes. ¡Verdadera esperanza para una sociedad!
El ser humano es una "caña que piensa" (Pascal), un ser indefenso y rodeado de limitaciones, anclado en múltiples miedos e inseguridades. Este ser humano necesita un "Algo", o mejor dicho un "Alguien", que pueda satisfacer su apetito existencial y su vacío interior.
Es aquí, desde el desvalimiento existencial, cuando brota con fuerza la revelación divina "Dios te ama".
Cuando aumente la insatisfacción y la ansiedad que genere desequilibrios psíquicos, ojalá brote con fuerza la frase lapidaria de Jesús: "Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor" (Jn 15,9).
Cuando resurja con fuerza la soledad y los recelos más dispares, repite sin desmayo como un susurro en la noche: "No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os ha llamado amigos" (Jn 15,15a).
Cuando la venganza y la reacción instintiva del odio broten por doquier en tu vida, siente que el perdón misericordioso de Dios llega a tu corazón como un bálsamo que destruye la sombra.
Cuando tu vida atrae en la noche grandes dosis de egoísmo, deja oír con gran nitidez el eco de una voz distinta: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" (1 Pe 1,3).
Cuando la sociedad reclame cada día mayores competencias y la historia arrincone a los más débiles, recurre al "rehabilitador de hombres", Jesucristo, que proclama un perdón para todos.
¡Hoy necesitamos encontrar un mensaje revolucionario que eclipse lo oscuro y favorezca lo eterno! ¡Sí, una llamada que nos mantenga despiertos y nos lance hacia el futuro con entusiasmo y esperanza! ¡Sí, un clamor que llene el corazón de los hombres y mujeres, heridos por tantos desalientos, y nos diga en lo más hondo de la conciencia que Dios nos ama más allá de nuestras debilidades y nuestros desalientos!
Texto de D. Francisco Baena Calvo.
Sacerdote de la diócesis de Córdoba y antíguo párroco de El Guijo